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SEÑOR SAN LA MUERTE
DAME ESPERANZA DE VEINTICUATRO HORAS, DIA TRAS DIA.
APARTA DE MI LA TRISTEZA,
PLANTA EN MI LA SEMILLA DEL AMOR
PARA QUE EN MI VIDA DE ABUNDANTES Y RICAS COSECHAS.
AYUDAME A TRANSFORMAR MIS RIVALES EN AMIGOS.
SACA DE MI ALMA LAS ARRUGAS DE ODIO QUE ME ENVEJECEN ANTES DE TIEMPO.
SEÑOR DE LA PACIENCIA
DAME EL EL EQUILIBRIO PARA RECONOCER MIS DEFECTOS Y ENMENDARLOS.
VENDA MIS OJOS Y CIERRA MI BOCA PARA QUE NO COMENTE
NI AMPLIE LOS DEFECTOS AJENOS.
DAME EL CORAJE DE SABER PERDONAR.
SEÑOR DE LA JUSTICIA
APARTA DE MI CUALQUIER DESEO DE VENGANZA.
QUE YO SEA TOLERANTE SIN SER COBARDE,
PERSEVERANTE PERO SIN ORGULLO.
LIBRAME DEL PAPEL DEL CORDERO INGENUO
ANTE LOS QUE QUIERAN HACERME DAÑO.
PERO QUE YO TAMPOCO ME TRANSFORME EN UN LEON
ANTE LOS DEBILES.
QUE YO SEA JUSTO Y LEAL, COMPRENSIVO Y OPTIMISTA
QUE PUEDA TRANSFORMARME UN UN HOMBRE DE PROFUNDA FE
Y ORACION
Y LO DEMAS VENDRA TODO POR AÑADIDURA
POR TU GRACIA Y AMOR
PORQUE TU “ SEÑOR LA MUERTE” ERES MI PROTECTOR,
AMEN

SAN LA MURTE "UNA VOZ EXTRAÑA "



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"SAN LA MUERTE Una voz extraña", es un libro de la coleccion ARTE BRUJO de la editorial ARGENTINA. Este libro llega a mis manos por una suerte de diversas casualidades y por amabilidad de MARCELO, un devoto del Santo y amigo mio, quien charlando me comento que uno de sus hermanos habia participado en una sesion fotografica para un libro de San la Muerte y que a cambio le habian obsequiado tiempo despues un ejemplar de dicho libro.

Entre  los autores de los  articulos que componen dicho libro  estan:
Maria Julia Carozzi  y Daniel Migues " Multiples versiones del Mas Justo de los Santos"
Rodolfo Walsh " San la Muerte"
Gustavo Insaurralde " El cuerpo como Metafora de Fe"
Horacio Gonzalez : " Eros, Santidad y Muerte una experiencia fogografica"
Aurelio Shichinini: " Devocion Popular en Tallas Benditas"
Hugo Mujica: " En esa Noche sin sueños" 
Este es un libro encarado con total profesionalidad, exquisita fotografia y seriedad,  al investigar y tocar los temas relacionados al Santo, a sus devotos y al mito que lo rodea, haciendo un enfoque importante en sus origenes y formas de devocion tema que abordan componiendo este libro principalmente de fotografias y de las cuales yo extraje algunas  muestras de ese   material fotografico  para compartir con todos ustedes y desde ya recomiendo este libro el cual sin duda no puede faltar en la biblioteca de un buen devoto de San la Muerte. 



Pintura de uno de los murales existentes en el Santuario de Solari Corrientes



Imagen de Aquilles Coppini , pintura sobre hueso de 7.8 cm 




Pintura sobre puerta de un establo del siglo XlX en Paraguay



Fotografia de uno de los  tatuajes  de Miguel (corrientes)





                                                   Talla de Aquiles Coppini sobre Hueso



Fotografia de Aquiles Coppini y sus Tallas




                                                    Talla de Aquilles Coppini de Hueso


Ramon Gregorio Cabrera en su Taller dentro del  Museo de Artesanias y Folklore en la Ciudad de Corrientes




                                                      Talla anonima sobre hueso de4.3 cm



Tallas anonimas sobre Madera de Palo Santo de 5.1 cm





                                                      Talla anonima en madera de 17 cm




Talla en madera del año 1960 por Francisco Trinidad (Paraguay)





                                      Obra anonima en madera Pintada Asuncion Paraguay



Obra anonima del año 1950 en Paraguay





                                              Obra de Candido Rodriguez  (Capitaa Paraguay)



Obra de Aquiles Coppini en madera




                                                             Obra anonima en madera






                                                  Obras sobre Hueso de Andres Caceres





                                                        Talla en Hueso de Aquiles Coppini


Talla en hueso sobre base de acrilico anonima








ala Tallada y Baina Calibre 38 (anonimo) Corrientes 




Dentro del libro el autor dedico una parte especial a los tatuajes que los devotos se realizan con imagenes de San la Muerte como muestra de su devocion llevandolo para siempre retratado en el cuerpo-
































 
Espero les haya gustado esta Pequeña muestra del material existente en el libro SAN LA MUERTE Una voz Extraña y queria finalizar con un poema de HUGO MUJICA tambien encontrado en el libro


ESA NOCHE SIN SUEÑOS

poco queda al sacarnos la ropa,
poco o nada
al final de cada dia.


alguna cicatriz amordazando
una herida,
los propios huesos.


y temblar bajo las sabanas
mientras soñamos tibiezas.

llega la noche  y ni una estrella
la nombra el cielo,
llega
entra y no pasa.


desnudo aun cierro los puños, aun aferro
mis sueños


en el ocaso de esa noche
que no es nuestra,
la muerte nos abrira las manos.









PARA MI SANTO, MI AMIGO

AMIGO MIO

Es tan lindo empezar y terminar el dia,
sabiendo y sintiendo
que estas a mi lado amigo mio.

Dandome cuenta que siempre me quisiste,
que siempre me esperaste,
para darme el regalo divino de tu amistad.

Hoy comienzo este camino,
y lo hago prendido de tu mano,
contigo, caminando al lado mio.

Vamos a llegar lejos estoy seguro,
con algunos tropiezos, con algunas caidas,
pero contigo a mi lado, no sufrire de ninguna herida.

Toma mi mano amigo mio,
abraza mi alma, fundete conmigo,
que el camino es largo,
pero ya comienzo a caminar contigo.


"para mi santito, mi querido amigo" Gerardo.

SAN LA MUERTE Por Rodolfo Walsh

Esta crónica fue publicada originalmente por la Revista Panorama en su Nº 42 de noviembre de 1966 y pertenece a una serie de diez que Walsh escribió entre ese año y 1967, siguiendo un proyecto propio de indagación acerca de aspectos profundos y poco visibles de la cultura popular argentina. Aparece en el libro por gentileza de Ediciones de la Flor.










Por Rodolfo Walsh
Las palabras se hacen borrosas en la tinta del papel escrito o tiemblan en la voz de los fieles que a la luz-y-sombra de las velas se arrodillan bajo la mirada sin pupilas de una figurita esquelética, que en los ranchos más humildes del Paraguay y el nordeste argentino preside el destino de sus habitantes, combina sus amores, los guarda de peligros o los hace ganadores en el juego. La gente lo llama el Señor de la Muerte.
Su forma es la representación clásica de esa alegoría: un esqueleto sentado o de pie que a menudo lleva una guadaña. Millares de fieles le rinden un culto semisecreto, que culmina el 15 de agosto con las “misas” que le ofrecen ante los altares de las capillas privadas. ¿Desde cuándo? Las primeras referencias bibliográficas son las muy recientes publicadas por los investigadores chaqueños Raúl Cerrutti y José Miranda.
Pero el culto es antiguo, a juzgar por el aspecto de algunas imágenes y por el testimonio de viejos devotos cuyos recuerdos se remontan a más de medio siglo.
En la campaña correntina o el cinturón de villas miseria que rodea a Resistencia, en pueblos de Formosa o ciudades de Paraguay, el Señor de la Muerte –o San La Muerte– es amado, temido, premiado, castigado, invocado para bien o para mal. Algunas de sus devociones no se diferencian de las más apacibles del culto cristiano; otras se aproximan al vudú, y de ellas no se habla o se habla con un temblor en la voz.

Vida y milagros

–Allá arriba está él –dice la paraguaya Fabiana Irala, señalando con la mano un rincón del rancho oscuro, donde hay que agacharse para entrar.
La figurita tallada se vislumbra apenas en la vitrina semicubierta de trapos negros que corona el altar. Después, sobre la mano de Fabiana, se define en líneas toscas y vigorosas, con las costillas pintadas de negro y una sumaria guadaña o báculo de metal en la mano derecha. Para pedirle algo, hay que sacarle el bastoncito y prenderle una vela. Pero si es algo importante, taparlo con un paño negro y tenerlo en un rincón hasta que se cumpla.
–¿Qué le piden?
–Te da todas las cosas, señor, todo lo que vos querés. Milagroso é. Cura, pero de toda enfermedá. Hace salir gente de la cárcel y es bueno pa’l amor.
(Le prendimos tres dedos de vela.)
El santo de doña Fabiana cumple los requisitos de la ortodoxia: tallado en hueso de cristiano y bendecido siete veces por un sacerdote. Esto es lo más difícil, pero Fabiana no tuvo necesidad de llevar la figurita escondida dentro de una vela o de otra imagen:
–A mí me lo bendició el padre cura de San José.
Hay algunos que lo usan para mal “y le tienen infiel”, explica en Villa Federal, Resistencia, la médica Trinidad López, que tiene un santito de hueso y otro de plomo, muy visitados. El enemigo señalado por el conjuro “se seca y se muere”. Pero ella –aclara– sólo los tiene para proteger su casa.
En Bañado Sur, ciudad de Corrientes, encontramos las dos imágenes más perfectas del Señor de la Muerte. De unos ocho centímetros de alto, estaban talladas en palo santo por el mismo artesano anónimo. Representaban a la muerte sentada, pero había sutiles diferencias: una era más enjuta y apretaba las sienes entre las manos; en la otra, las manos sostenían la mandíbula.
–Este es el Señor de la Muerte –aclaró la propietaria–. Aquel, el Señor de la Paciencia.
El fetiche entronca pues con una figura del culto cristiano, y en muchos lugares se los nombra indistintamente. Quisimos fotografiar las dos piezas de notable artesanía, junto con un par de hermosas tallas policromadas de Santa Catalina y San Antonio. Pero la señora Irma se opuso.
–El se enoja –explicó.

UNA SONRISA BURLONA

La mujer arrodillada pronunciaba las invocaciones, y una docena de devotas con cirios en la mano respondía en un coro atenuado y plañidero. La pirámide del altar crecía en niveles de importancia, con sus santos de yesería, su Baltasar negro, sus estampas litografiadas y hasta un raro display donde figuraban San Martín, Belgrano y Gardel entre floreros de vidrio y ramilletes de plástico. Coronándolo todo en la capilla particular de Cecilia Medina, un Señor de la Muerte cincelado en plata presidía desde su trono, con irónica sonrisa, ese mundo de caras oscuras, de miradas expectantes y ropas muy pobres.
Era “el señor de los buenos y de los malos matrimonios”, el que obliga al ladrón a devolver su robo, el que dispone que el amante desdeñoso “en la cama en que duerme se encontrará afligido”, el que impide a la amada “aular con ningún hombre”, el que es invocado “por los cuatro vientos del mundo”.
Decenas de fórmulas circulan en cuartillas rudamente manuscritas, centenares de milagros se le atribuyen, millares de velas arden en su honor.
¿Pero quién fabrica esa misteriosa figurita? La médica Asunción Ramírez nos mandó a los confines de la ciudad y de la tarde en pos de un santero que no existía. Lo buscamos luego en direcciones equívocas de remotas callejas polvorientas, en erróneos recuerdos, desconfianzas, evasivas.
En Resistencia conocimos, por supuesto, a Carlos Maule, un artista pop avant la lettre que, rodeado de cadáveres de máquinas, frustradas heladeras y restos de armas de fuego, construye en su taller mecánico singulares esculturas de bronce y de chatarra. Maule talla en hueso de vaca (“el hueso humano es mal material”) un San La Muerte estilizado y sobrio.
–Es milagroso –afirma burlonamente–. Me siento a hacerlo con una copa de coñac al lado. En cuarenta minutos termino la copa y termino el santo. Tengo para una botella más. ¿No es un milagro?
Las imágenes de Maule son veneradas en más de un oscuro rincón en las rancherías chaqueñas. Pero aún no habíamos encontrado al artista naïf que toscamente talla las facciones de la muerte en un palito de ruda o un segmento de tibia y cree en su oscuro sortilegio.
Del otro lado del río, la doctora Alicia Gare iba a ponernos en presencia de uno de estos raros artesanos.

EL SANTERO

–Me buscaban a mí –dice con su voz tranquila y servicial.
Ha entrado con nosotros por el portón de la vieja penitenciaría de Corrientes y viste de calle. Pero el envoltorio de papeles que trae bajo el brazo guarda las ropas azules del recluso Cirilo Miranda, que es él, condenado a veinte años de cárcel por un crimen apasionado y salvaje, de superflua memoria aunque él lo recuerde mientras desgrana día por día los dos años y cuatro meses que le faltan para salir en serio: y no como ahora, que ha ido a hacer “un trabajito particular para afuera”, según se acostumbra en este presidio.
Entre los canteros verdes y los muros rosados del patio, Miranda despliega sobre un banco las figuras de su arte, la docena de santitos y de historias que, de golpe, son una insólita lección de antropología práctica. Por supuesto, allí está el Señor de la Muerte.
Ya no sabe Cirilo Miranda cuándo empezó a manejar el formón romo, el buril de punta casi invisible, la sierrita minúscula que son sus únicas herramientas permitidas. Sabe que le enseñó a tallar don Julio Conti, “uno de los reclusos más viejos, creo que ya no existe más”, y que el primer San La Muerte que copió se lo trajeron de Paraguay, pero se lo piden detodas partes porque es muy milagroso y el que lo invoca “suele salir a flote de sus trámites de apertura”.
–Porque resulta –dice– que el Señor de la Muerte es la imagen de la calavera de Nuestro Señor Jesucristo. ¿No ve que uno de los crucifijos grandes que llevan los padres curas tiene una calavera sin ojo, sin nariz, ahí en la cruz?
La mano con el buril se desliza ahora, segura, sobre el oloroso pedacito de palo santo con que el preso cumple su más reciente encargo. Pero también talla en hueso, y si es hueso de cristiano mejor, porque “ése ya está bendecido dos veces”.
¿Conoce las oraciones? Conoce, aquí lleva una, señor. ¿Sabe que hay una para no caer preso? Eso no sabe, y se ríe, y si hubiera sabido no estaría aquí, pué, y se vuelve a reír contagiando al racimo azul de penados que se han reunido a nuestro alrededor contra el fondo de rejas y de muros rosa, y que al fin saben en qué gasta Cirilo Miranda sus largas horas en la celda sin decirles nunca una palabra porque ésta, señor, si se quiere, es una cosa secreta.
RETABLO INSOLITO
Puestos sobre el banco, los santitos hablan desde el fondo de una mitología inédita, de un pueblo ignorado. El preso de tez oscura les presta su voz.
Ahí está la mujer crucificada, versión femenina del Cristo:
–Santa Librada, que está en la cruz, pué. Ahí el prodigioso cazador, montado en un tigre:
–Ese es el San Son.
El misterioso hombrecito que lleva una taba en la mano derecha y “un puñao e plata” en la izquierda:
–Ese es un famoso pa’l juego. Lo llaman Lamodei.
Y el domador de un toro:
–Prendido a las guampas. Es San Marco, que está para dominar la cuestión de animales salvajes.
Ahí por fin la conmovedora pareja de santos tomados del brazo, unidos en el tierno amor de la madera:
–San Alejo, señor, que le dominó a Santa Marta, la virgen más hermosa que se ha conocido en el mundo.
Solamente la perversa, la inquietante y peleadora Santa Catalina está ausente porque su devoto Cirilo Miranda sabe que no es bueno tenerla –aunque la haga para otros– ni prenderle velas ni darle confianza, y sí solamente pedirle, en los momentos de aflicción, que sus enemigos y autoridades no tengan ojos para verlo ni boca para hablarle ni manos para pegarle ni pies ni corazón para ofenderlo.
Así sea.


TALLADOR DE SAN LA MUERTE

El poder de las tallas
San la Muerte toma cuerpo y su representación varía de acuerdo al imaginero que la realiza. La figura clásica es el esqueleto humano, parado, determinado por rasgos sencillos -casi minimalistas-, frecuentemente teñida de negro y que además está ornamentada por la tradicional guadaña, que en algunos casos posee toques de pintura sangre en su filo. Esta misma imagen puede estar vestida, generalmente con lienzos negros y rojos.
Otros ejemplares están sentados y el más usual es aquel denominado como “Señor de la Paciencia”, algunos con las manos en las sienes y otros sosteniendo la barbilla. Sorprende conceptualmente una talla que muestra a San la Muerte sentado sobre el mundo, como persuadiendo de su poder tanto sobre lo terrenal como lo divino.
Las estatuillas elaboradas a partir de una bala servida -que hubiera herido y especialmente matado a un bautizado- son consideradas como las más poderosas entre los devotos. Generalmente son usadas como colgantes llevadas al cuello. En esta misma categorización de las estatuillas eficaces se distinguen las realizadas en hueso humano -preferentemente de un recién nacido o de personas con poderes- con el predominio de una llamativa abstracción.
Respecto a la estética de la producción santera, se debe reconocer una línea originaria descendiente del barroco español que se articula con otra de procedencia netamente guaraní conformando un legado único y en permanente transición.


El protagonismo de los santeros
Aquiles Coppini (36 años) es el mayor referente entre los santeros de la cárcel, lugar donde se concentra una importante legión de devotos. Preso hace 14 años, rinde culto a San la Muerte desde la aparición del santo en un sueño, y por ello tiene el privilegio de custodiar el altar de culto general de los reclusos correntinos. Autodidacta por la ausencia de un maestro que buscó sin suerte, ahora guía otros jóvenes con la generosidad que él no encontró. Talla en madera y hueso -animal y humano-, posee algunos santos pintados y también otros vestidos. Su colección permite apreciar el riesgo artístico de su permanente innovación, con una estética propia y variada que prueba su talento pero también la devoción. Sus obras son valoradas y buscadas por distinguidos coleccionistas y entusiastas creyentes. En su cuerpo lleva sólo un tatuaje, porque -según admite- reserva su piel para una importante ofrenda que promete cumplir muy pronto. También ostenta joyas de oro, todas entregadas al santo por favores recibidos.


Fotografia de Aquiles Coppini


Entre los antecesores se debe mencionar como tallistas históricos de la cárcel a Cirilo Miranda, Julio Conti y Ramón González, quienes consolidaron la tradición. Hoy siguen este trabajo César D´Andrea y Julio Lezcano, pero sin dudas Aquiles Coppini es un referente ineluctable para conocer y desentrañar los misterios y secretos de San la Muerte.
Gregorio Cabrera (67 años) es santero de oficio, herencia familiar que lleva con orgullo y prudente silencio. Actualmente se desempeña como personal del Museo Provincial de Artesanías (Corrientes), donde también da clases y realiza trabajos a pedido. Aunque no confiesa ser devoto de San la Muerte, se puede advertir el fervoroso esmero puesto en cada una de sus estatuillas, realizadas con perseverante dedicación. La mayor parte de su producción está hecha en madera -especialmente palosanto- y algunos ejemplares pertenecen a la colección oficial, aunque también son muy valorados para altares privados.



Ramón Gregorio Cabrera en su taller dentro del Museo de Artesanías y Folklore de la ciudad de Corrientes, 2004.


Andrés Cáceres (oriundo de Derqui, como Cabrera) trabaja la madera y el hueso, especialmente el hueso humano, asignando a las falanges cierta potencialidad mágica benéfica para las tallas.
Jorge Abel Lossada (oriundo de Mercedes) es un reconocido orfebre que realiza sus santitos en plata y oro, fundamentalmente para ser incorporados bajo la piel.
La familia Rodríguez (Capiatá, Paraguay) representa una estirpe de tradición no sólo en la devoción sino también en la particular estética que caracteriza la producción seriada que logra. El rito santero se remonta al pionero Cándido -ya muerto-, cuya herencia perpetúa hoy su prolífica descendencia con una destacada fabricación artesanal de manufactura con cierto vestigio industrial, pero sin perder la solemnidad de rigor que impone la santería popular.
Aquí se aprecia una figura voluminosa y sensual, tallada en madera con rasgos definidos por una impronta personal que oscila entre la serenidad de una ilusión de ensueño y la pasión de una inquietante quimera. Además, se suma el tono blanco que define cada pieza con líneas negras que exaltan la figura.




Material  gentileza de     http://coleccionartebrujo.blogspot.com/

SAN LA MUERTE Y UNA HISTORIA DE VIDA

DESPUÉS DE LA CÁRCEL VENDE SUS ESCULTURAS AL MUNDO

Aquiles Coppini: Su fe en “su santo” lo ayudó a que el sistema no le gane

Es una prueba palpable de que cuando hay voluntad las buenas decisiones se mantienen y el rumbo de la vida puede mejorar. Tras más de 15 años tras las rejas, conoce las carencias materiales y afectivas, y la venganza y violencia. Optó por llevar otra vida. Lo consiguió.




La vida de Aquiles Coppini podría ser un buen argumento para una película. Estuvo preso 17 años. Consiguió tras muchas batallas legales su libertad, a través de un decreto que firmó hace tres años el gobernador Arturo Colombi. Es uno de los talladores de imágenes de San La Muerte, “su santo”, más destacados, y sus obras se venden actualmente en distintos países. Está exponiendo en la Capital Federal, a través del Fondo Nacional de las Artes.

Mientras estuvo preso, Coppini tuvo una excelente conducta, estudió, trabajó y aprendió el oficio de tallador, ayudado, como él mismo asegura, por su devoción en “el santo”.

Hoy, a tres años de haber recuperado la libertad, al recordar los años que estuvo tras las rejas, son miles las imágenes que se le vienen a la mente. Pero lo que asegura, es que el “sistema no ayuda para nada a que uno se reinserte”, pero es prueba real de que “todo pasa por uno, si se quiere el sistema gana y uno no se recupera, por eso muchos que salen vuelven a estar tras las rejas”.

Contó que no es fácil vivir dentro de la cárcel, por el encierro mismo, por la falta de los seres queridos, por la violencia y la desidia que lo rodean. “Pero, quizás, uno es el que decide, si se mete en lo que allí le ofrecen o decide aprovechar su tiempo. Eso hice yo, traté de aprovechar el tiempo que estuve allí, estudié, trabajé, siempre intenté superarme. Me alejé de aquellos que no me iba a hacer bien –la mala junta, la droga–. Eso que sembré, ahora lo estoy cosechando afuera”.

Entre las cosas que critica del sistema que contribuye a que los que están presos no puedan reinsertarse en la sociedad, plantea, por ejemplo: “Cuando alguien viene a pedir por algún detenido que puede salir a trabajar, y así ayudarlo a superarse, ahí mismo dicen, ‘¿pero estás seguro?, mirá que éste está preso por esto o por lo otro, no te conviene’. Entonces, así la gente se asusta, se aleja de uno, y no se puede encontrar una salida laboral”.

Aquiles Coppini, cumplía una condena de cadena perpetua. Luego accedió a una conmutación que le redujo la pena a 25 años. Dos días atrás, tras cumplir una serie de requisitos, se vio beneficiado por el decreto 1.413 firmado por el gobernador Arturo Colombi el 24 de agosto pasado 


Para Coppini, no cambiar de vida tiene mucho que ver con la voluntad propia. “Uno a cada momento va decidiendo; ante lo que se le presenta puede optar por lo bueno o por lo malo. Por ejemplo, cuando mi papá murió, yo no pude ir a verlo, porque alguien no firmó mi autorización, o porque no quisieron, no sé. Si yo hubiese reaccionado mal, con violencia, con rebeldía, la hubiera pasado mal, pero aunque me dolía en el alma estar prendido a una reja mientras mi papá sufría, nada podía hacer. Esa conducta que yo decidí mantener siempre fue lo que luego permitió que yo pudiera salir, y hoy pueda disfrutar de mi familia, de mis hijos, mis nietos”.

Coppini vive hoy en Rosario, está casado con una mujer que conoció estando preso. Tiene dos hijas casadas, que lo hicieron abuelo, y un hijo que está a punto de terminar el colegio secundario, y de quien cuenta con orgullo que tiene excelentes calificaciones.

Si bien hoy su vida tiene un matiz totalmente diferente del que padeció tras las rejas, donde cumplía una condena de cadena perpetua por supuesto homicidio, no se olvida de lo que allí vivió. Cada vez que vuelve a Corrientes, va a visitar a algunos de los detenidos con quienes forjó una amistad. “Yo voy a verlos, a llevarles cigarrillos, porque sé perfectamente lo que es estar allí, solo, encerrado, esperando que alguien vaya a verlo a uno, la ansiedad que se tiene cuando sabe que alguien va a ir a visitarlo”.
Coppini le relata a quien puede su experiencia de vida, como una forma de demostrar que si uno quiere, aun ante la mayor adversidad las cosas se pueden lograr.

Coppini está convencido de que “su santo” lo ayudó a dejar atrás esa triste vida y que el sistema de violencia y muerte no le gane. Hoy, con profunda fe, talla cada una de las imágenes, muchas de las cuales ya están hoy en manos de devotos de Estados Unidos, México, Australia, o en España, adonde precisamente ayer envió unos trabajos.

Su devoción por San La Muerte le dio lo que hoy es su medio de vida y lo que le valió un reconocimiento de la Cámara de Diputados de la Nación. El 22 de noviembre del 2007, los legisladores aprobaron por unanimidad el proyecto a través del cual expresan “su reconocimiento al artesano Aquiles Ramón Coppini por su labor artística, en la que expresa la tradición ancestral de la talla de imaginería religiosa popular correntina".



Material Gentileza de http://www.tncorrientes.com

VISITA AL SANTUARIO DE SOLARI

Recientemente tuve la oportunidad de  conocer a Marcelo, un fiel devoto del Santito, quien amablemente compartio conmigo material filmico y fotografico de su visita al Santuario del Señor San la Muerte que se halla emplazado en la Localidad de  Mariano I. Loza , pero mas conocida como Estacion Solari, depende del  Departamento de la ciudad de  Mercedes Provincia de Corrientes mas precisamente este santuario se halla  en la Ruta 119 a la altura del Kilometro 84 Su principal via de acceso es la Ruta Nacional 119 que la une por pavimento con el norte de Mercedes y al Sur con Curuzu Cuatia. Otra via de acceso es por la Ruta Provincial 24 que la vincula al Oeste con Perugorria y Goya. Este es un Santuario que podria denominarse como nuevo, pero que crecio muchisimo en pocos años debido  a la gran cantitidad de devotos que lo visitan diariamente y a la fiesta que todos los 15 de agosto se festeja en honor a nuestro querido Santo. Gracias Marcelo por tan lindo aporte, espero que este material entusiasme a los devotos y vayan a conocer este Santuario de Nuestro querido Santo.


































Muchas Gracias estimado Marcelo por tu aporte de tan linda experiencia, ojala al ver este material mucha gente sienta ganas de conocer este Santuario de nuestro Santito.